Cuentan que Felipe III hizo un uso gracioso de los signos de puntuación, y de paso, logró que un pobre condenado le estuviera agradecido de serle perdonada la vida: la sentencia que tenía que firmar decía «sentencia a muerte de X. perdón no ha lugar». El rey introdujo una coma, dejándola como «sentencia a muerte de X. perdón, no ha lugar» y aquel sujeto pudo contarlo. |